Fotografiar agua: Conviértela en protagonista
El agua, más que un simple elemento de la escena, puede ser protagonista en sí misma
Aplicando un mínimo de sensibilidad plástica podemos estar de acuerdo en que, después del retrato, fotografiar agua es una de las disciplinas más expresivas desde un punto de vista fotográfico. Y ello es así porque muestra todo tipo de emociones, matices y tonalidades que abarcan desde las altas luces a las sombras, pasando por un amplio abanico cromático.
Sin embargo, esa sensibilidad plástica de la que hablamos no es excesivamente frecuente de encontrar, y de hecho para muchos, fotografiar agua es, en el mejor de los casos algo incidental y, en el peor, un riesgo a evitar. La buena noticia es que, con un poco de disposición personal, preparación y creatividad es posible revertir esta situación y llegar a ser capaces de tomar bellas imágenes.
Color
El agua es un espejo perfecto a cualquier color: al atardecer se teñirá de rojo, en una tormenta será negra, y azul bajo los cielos despejados. Es importante en todos los casos realizar un ajuste de blancos para conseguir la mayor fidelidad cromática de la escena, lo que abordamos con el control correspondiente de la cámara si trabajamos en JPEG, o en postproducción si lo hacemos en raw.
Para reproducir el famoso color azul turquesa de las islas paradisíacas caribeñas y similares es aconsejable inclinar al máximo la cámara para llenar una mayor parte del fotograma con dicho motivo a la vez que empleamos un filtro polarizador que disminuya el reflejo de la superficie del agua.
Ondas
Los primeros planos de las ondas superficiales constituyen un tema abstracto recurrente a la hora de fotografiar agua, pero no por ello menos atractivo. No hablamos de oleaje profundo, sino de ondas que encontramos en el lento desplazamiento de un bote por aguas tranquilas de un lago o las existentes en un puerto deportivo, o las producidas por la caída de algunas gotas de agua sobre un charco. En estos casos siempre ayuda la selección de una velocidad de obturación relativamente alta que ayude a definir la geometría de dichas ondas. Las direcciones de estas obligan a cambiar la inclinación de la cámara para reajustar la composición de la manera más apropiada. También debemos recortar la imagen si se incluye en el cuadro algún elemento no deseado.
Dado que en la mayoría de los casos el encuadre no se realiza de manera perpendicular a la superficie del agua, debemos ajustar un diafragma lo suficientemente cerrado como para que la profundidad de campo resultante garantice una nitidez suficiente entre las ondas más alejadas y cercanas a la cámara.
Reflexiones turbulentas y especulares
Para tomas de concepción abstracta, las reflexiones en el agua distorsionadas por una superficie turbulenta constituyen una fuente inagotable de oportunidades abstractas. En ellas debemos jugar con encuadres cercanos y velocidades de obturación altas. Cuando el sol se refleja en esta superficie turbulenta origina en la imagen unos puntos brillantes que contrastan con el resto de la composición. Dichas reflexiones brillantes pueden conducir a una subexposición general, por lo que en esos casos es necesario realizar una exposición compensada en dos diafragmas más abiertos de lo recomendado por el fotómetro de la cámara.
En aguas tranquilas y quietas resulta más atractivo obtener un reflejo completo y perfecto del motivo principal. Para ello, damos el mismo espacio tanto a éste como a su imagen especular. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el agua absorbe una luminosidad equivalente a dos diafragmas, por lo que resulta muy común que dicha zona aparezca más oscura que la del motivo real. Para compensar esta diferencia empleamos un filtro degradado de densidad neutra colocado en el objetivo, o resolverlo en postproducción, por ejemplo, con la ayuda de la herramienta Degradado de Photoshop.
Olas desde la playa
Dentro de esta variedad para fotografiar agua, es también recurrente llenar todo el marco solo con agua, y tomar la foto cuando las olas empiezan a romper. En este caso, vuelve a ser útil el empleo de una velocidad alta de obturación dado que con ella conseguimos obtener diferentes formas congeladas de las crestas de las olas. El empleo de un potente teleobjetivo es útil para facilitar el encuadre óptimo.
Fotografiar agua desde el barco
Usando un barco como plataforma, una lente con sistema de reducción del movimiento puede compensar trepidaciones fortuitas de la cámara cuando estemos fotografiando el agua. Por consiguiente, podemos recurrir a este mecanismo si el barco en cuestión sufre movimiento rápidos, o dejarlo inactivo en caso contrario. Si realizamos una serie de disparos encadenados conviene recordar que este mecanismo puede conllevar un cierto retraso entre tomas.
Cambiar el chip
Después de todo, queda patente que el agua puede y debe ser considerada como un tema en sí mismo y no solo como un espacio de relleno, siendo muy rentable buscar sus “estados de ánimo”, patrones y texturas y experimentar con nuestras habilidades fotográficas para captarlos.
Texto Benito R. Mallol