Paisajes urbanos: Todas las claves para fotografiarlos
Los paisajes urbanos presentan, en su tratamiento fotográfico, elementos comunes con los naturales
Punto de vista
En los paisajes urbanos panorámicos, el encuadre suele plantearnos más problemas que en los paisajes naturales. Las imágenes más impactantes suelen conseguirse desde determinadas alturas y distancias, pero el problema principal reside frecuentemente en encontrar este tipo de posiciones para la cámara dada la imposibilidad de acceder por aspectos de seguridad a muchas de las azoteas de edificios altos. Una opción a considerar es buscar espacios abiertos de tierra o agua que permitan enfrentar las edificaciones desde el extremo opuesto de ellos.
Diferenciación de planos
En los paisajes urbanos, al igual que en los naturales, determinadas imágenes pueden ser más impactantes si somos capaces de dividir una escena en primer plano, plano medio y fondo, de manera que pueda dirigirse la mirada del espectador. Normalmente, un fotógrafo de paisaje comienza identificando un interesante fondo y después examinará un motivo más cercano que se complemente con aquél. La presencia de unas líneas visuales que se encarguen de ese enrutamiento de la visión facilitará la tarea de conferir profundidad a la composición.
Color
Existen muchas personas que identifican los paisajes urbanos con el uso del blanco y negro o los tonos de sepia. Aunque indudablemente dichas imágenes, identificadas con épocas clásicas de la fotografía analógica pueden presentar un gran impacto, ello no debe obligarnos a cerrar los ojos al color. Las ciudades son capaces de presentarnos interesantes escenas con fuertes contrastes cromáticos que no deben desaprovecharse.
Luz disponible
Cuando deambulamos por una ciudad, la calidad de la luz va cambiando continuamente dependiendo del lugar en el que nos encontremos. De esta manera, en un instante determinado nos hallamos ante escenas bañadas por un sol brillante y, en el siguiente, estamos envueltos entre sombras quizás perturbadas por la presencia de algunos rayos de luz colándose entre bloques de edificios o siendo rebotados por superficies reflectantes.
Es obligación del fotógrafo analizar no solamente el encuadre y la disposición de los elementos, sino también el comportamiento de esa luz, de la posición del sol en el cielo y de cómo reaccionan ante aquélla los diferentes elementos de la composición.
Entre lo nuevo y lo viejo
Si nos encontramos en alguna ciudad con abundancia de construcciones antiguas, no hay que tomar solamente fotografías que podrían haber sido tomadas hace cientos de años. Eso ya se ha hecho, y las fotos modernas serán las que resulten más singulares de cara al futuro.
Además de capturar muestras de arquitectura de manera clásica, es interesante encontrar posibilidades de plasmar lo antiguo con toques de elementos modernos. Esos contrastes de diferentes épocas en una misma escena son capaces de llamar fuertemente la atención del espectador, que se sentirá obligado a la creación de significados mentalmente.
Personas
Muy a menudo, los fotógrafos de paisajes urbanos prefieren evitar la presencia de personas en sus composiciones. Aunque ello puede quedar plenamente justificado en algunas ocasiones, en otras no lo estará, dado que añaden interés y vida a la composición y ayudan al espectador a conectar con la escena en cuestión.
Elegido el fondo más apropiado, el siguiente paso es esperar a que entren las personas. Sin embargo, conviene ser exigentes: no nos vale cualquier sujeto, sino aquéllos que mantengan conexión con el entorno. De lo contrario, un sujeto añadido “de pegote” y sin ninguna relación solo estropea la imagen.
Noche
Una de las maneras más rápidas y sencillas de mejorar el aspecto de los paisajes urbanos consiste en retratarlos por la noche, donde las luces artificiales toman el relevo. A partir de ahí, la ciudad adquiere un ambiente completamente diferente y capaz de comunicar al espectador estados de ánimos románticos, evocadores o siniestros.
Con la ayuda de un trípode para controlar las exposiciones largas, constataremos cómo edificios que nos parecían aburridos durante el día adquieren una dimensión completamente nueva por la noche.
Texto Benito R. Mallol adaptado por Isabel González